Tantos años riéndonos de las autofotos de los canis en espejo del baño con el papel higiénico de fondo y van los selfies y se ponen de moda. Unos los utilizan para reflejar su vida cotidiana; otros, como una competición por ver quién saca la instantánea más inverosímil o grotesca.

Algunas verdades sobre los selfies

Este afán por demostrar “lo guay que es uno” en algunos casos está llegando demasiado lejos, llegando a ser un auténtico problema para otras personas. Sin ir más allá, este año en el tour de Francia, había tal cantidad de personas haciéndose selfies cerca de los corredores que estuvieron a punto de provocar varios accidentes y plantearon serios problemas de visibilidad a los ciclistas. Vamos, que este tipo de gente aparte de ser egocéntrica es imbécil. Creo que viene en el pack.

Selfies, adictos y haters a partes iguales

De la misma manera que los selfies han creado una legión de adictos, también han creado una legión de haters. Personas que en la sombra ven estos contenidos y están secretamente hasta las narices, o no tan secretamente. Soy una de ellos, lo reconozco.

¿Por qué odiamos los selfies?

Básicamente, porque la vida diaria de los demás nos importa un pepino. Hoy en día, vivimos intoxicados de información y, como con todo, seleccionamos lo más relevante y, el resto, o nos molesta o lo obviamos. Una foto diaria de una persona con la que no tenemos una relación muy estrecha, como suele ocurrir en el caso de las Redes Sociales, es demasiada información. Creo que, aunque fuera de mi madre, sería demasiada información.

Existe una creencia muy extendida que reza que, a más exposición, más popularidad. En cierto modo, puede ser cierto; pero, si es muy repetitivo y siempre en el mismo canal, provoca el efecto contrario: la gente se satura y el querido “selfie” pasa a ser Spam. Vamos, que al tío en cuestión le coges tirria.

Los selfies, un indicativo de falta de sexo

Una universidad holandesa ha llevado a cabo un estudio con 800 personas adictas a los selfies y nada menos que un 83% de las personas encuestadas sentía que le faltaba sexo. Así que, ya lo sabéis: vuestro amigo, el egocéntrico de las fotos, pasa más hambre que los patos de Manolo. Echa un vistazo al artículo, porque no tiene desperdicio.

En definitiva: el que se hace la foto piensa que el resto de la gente piensa que tiene una vida genial: el que las ve, piensa que el tío es un pesado, un egocéntrico y, ahora, gracias a este artículo, que también está a dos velas.

En fin, solo espero que, como todas las modas estúpidas, pase pronto.

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